Por Alejandra (Comité Experimental CoEx)
Mi abuela aprendió a ser mamá cuando tuvo una nieta.
Pero la muerte todo lo cambia, todo lo purifica.
Pero en vida mi abuela tomó consciencia y retorno a la virtud, fue paciente, fue leal a su causa de salvar lo único quizá que valga la pena en la vida: la familia.
Yo soy del carácter de que el perdón hace milagros y si el libro sagrado La Biblia habla de que es un sacrificio redentor el dar la vida por otro ser, creo que el perdonar es máximo.
Odiar dicen es fácil, pero el amor solo es opcional.
Que triste es lamentar cuando ya todo es tarde, la noche nos hace reflexionar, la soledad.
Yo cuando no sé para dónde ir voy para donde mi familia, allá vuelvo cuando no le hallo sentido a nada por encima de mi orgullo, por encima de las ofensas y conflictos.
Mi abuela se sacrificó por todos.
Reiteró su papel mediático en el conflicto, en curar los errores de su propia hija e inculpo a este régimen de opulencia y pobreza, y ella perdió una hija pero ganó una nieta.
Y ahora puedo esperar lo mejor en heredad de mis hijos para que perdure en el tiempo, la vida da para muchas cosas, perdonar es una de ellas y creo la máxima virtud concedida al ser humano.
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