Por César V.
A don Vagio el librero lo mataron por robarle diez monedas de plata, era quien me suministraba las historietas de Western y las novelas románticas todas ellas fueron a parar a una hoguera luego de un saqueo colectivo... comprar un libro era de verdad un sacrificio que tocaba pagar con hambre, así que use mi imaginación y entonces me convertí en un cuentero y a veces fingía leer y era la mera imaginación quien me surtía de las escenas más violentas e íntimas y los espectadores pedían más al igual que las cenicientas en las noches al sopor del placer.
Entre las balas yo pasaba por erudito de letras y ambos combos me respetaban la vida para saber mañana los muertos de hoy en día... el amor lo pagaba con relatos... Ayudaba sin embargo a mi abuelo a vender sus trastos, que repuestos para ollas a presión , que mata plagas, que las baterías, que la máquina de afeitar... Pero algún día de ellos mi abuelo se canso de estar solo y llego con una mujer de mundo... una callejera... y como dice el dicho "donde hay mujeres hay problemas"... y yo lea que lea y la doncella que camine medio desnuda y con sus flecos crepusculares y yo sabía que algún día debía escoger entre la literatura y el sexo... Y esa noche en que nos despierta la balacera y mi abuelo no encuentra a su mujer a su lado... pero claro si ella reposa a lado mio y aunque todavía le tengo mi miembro a medio meter en su caverna (para no decir mi pene metido en su vagina), no importó que afuera llovía bala, mi abuelo me lanzo a la calle mientras corregía a su digna mujercilla...
Luego se nos paso el enfado a mi abuelo y a mí cuando supimos que la mujer nos la jugaba a los dos con los chiquillos de un colegio cercano, razón ya la clientela de las ventas ambulantes lo que pedía era un condón... Siendo que no podía irme del barrio porque las pandillas me acusarían de traidor pasaba la noche en las terrazas declamando o serpenteando con alguna doncella, pero como el destino de uno se empeña me enviaron a una vuelta a cobrar plata y yo en el camino me gasté la plata en libros y no los pude convencer que era mejor un libro que el sucio dinero y me la sentenciaron y patitas polvorosas los que se pierden... Esto lo escribo para no olvidarme de donde provengo y saber que saber leer fue un pretexto perfecto para evadir la violencia y contemplar un horizonte más amable.
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