Por Alexis M.
El pecado se paga y yo tengo peladas las rodillas, por Dios que he querido ser bueno pero acá no dejan.
Soplo la sopa que hierve hasta en el plato, me impaciento, la dejo allí y me voy a la calle mientras mamá trata de hacerme volver a la mesa "no tengo hambre" es mi respuesta.
Mil veces he pensado en no volver a casa jamás, pero mamá dice que soy el hombre de la casa... No suelo conversar con nadie solo me gusta ir a ver jugar billar y a veces hasta fumar un pitillo...
Las chicas hablan de las revistas, recortan las fotos de los modelos y se las pasan pegándolas en las paredes de sus habitaciones... en la peluquería esta don Francio que habla como loro de las revoluciones y de la promesas de los rusos de venir a quitarles a los gringos las américas, de vez en cuando hecha un chiste y yo no me río no tanto del chiste sino de la dentadura de don Francio que se parece al teclado de un piano...
Y es entonces cuando siento hambre de verdad y no hay ni un vaso de agua por allí, extraño la sopita de mamá allá en el rancho... voy donde la negra a ver si hay pescado frito, "solo quedó el olor" dice desde el lavadero, revisó los bolsillos y ni un centavo... mientras la gente se altera porque dicen que allá en la peluquería asesinaron a uno... "le dieron por comunista" dice alguien y salgo corriendo creyendo es don Francio el muerto, pero él no es porque llegando oigo desde lejos su rezo, el muertito es un chico flaco que dicen que es del barrio de abajo y que como allá son bien pobres nos vienen a tirar los muertos acá, don Francio dice que el chico murió fue de hambre y dice que esa es la repercusión del capitalismo y que en el comunismo nadie sufre por hambre...
A mí me comienza a doler la barriga y regreso con la cabeza baja a la casa a comerme la sopita que antes había despreciado ahora esta fría y con nata pero saboreo cada cucharada, maldiciendo de que Dios hubiese tenido que hacer al humano tan defectuoso al punto de necesitar comer para vivir.
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