Por César V.
"No te desanimes, mátate" Peste Mutantex
Mi abuelo me enseño a leer, y yo aprendí a escribir.
Allá en la Comuna esas dos cosas no servían para nada, lo que servia era saber manejar el fierro (pistola o revólver). Sin embargo yo en uso de la razón comencé a ofrecer mis servicios como lector, por eso compraba el diario "el colombiano" donde se describía con saña los muertos del día anterior, tenía una magna concurrencia que aumentaba cada día y apenas presentaba la cachucha afloraban una monedas que apuraba a cambiar por comida.
Pero una noche una chica fue a buscarme para que dizque le lea una novela de Corin Tellado y así comencé a hacer de noche también lo que hacía de día. Mi abuelo estaba bravo y se arrepentía por haberme enseñado a leer, lo que él no sabía era que las lecturas daban más que las ventas ambulantes.
Yo que era virgen, de repente una noche que estaba frente a una chica leyendo y ella que se excita y me muestra sus pechos, cosa que para mí no era misteriosa pues había visto amamantar a los bebés del hogar infantil, pero la chica respiraba hondo y hasta se frotaba la entrepierna, al final como que se dio cuenta que yo ni la determinaba y se fue al baño a terminar de hacer lo que Dios sabe...
A veces amanecía acostado con la chica sin malicia más de leer y dormir.
Los chicos de la comuna hacían un campeonato, colgaban un cartel de una modelo desnuda y trazaban una línea en el piso y excitaban sus penes hasta la eyaculación y ganaba el que más lejos le avanzará el chorro, un día me dio por participar y si apenas se me puso medio tieso a tiempo que la hermana mayor del promotor del concurso se diera cuenta y nos correteara por toda la casa con la escoba diciendo a grandes voces "cochinos".
Solo hasta los 17 años en medio de la Comunión tuve mi primera erección y trate de ocultarla con el velón y había una Monjita que me decía que levante el velón y yo nada.
También decir que mi primera vez fue con una Prostituta con la que convivía mi abuelo... ella llegaba de trabajar y borracha se lanzaba a la cama a todo lo largo que era y la minifalda le quedaba arriba y se le miraba todo... Y con esa visión me masturbaba hasta quedar sin fuerzas para nada más que vivir, y solo fue cuestión de tiempo cuando la mujercita cayó enferma y solo yo le asistía en su convalecencia cuando se dio cuenta ella que con lo único que podía pagarme era haciéndome hombre...
Fue mi condena porque ahora no solo les iba a leer a las chicas, sino que les hacía sentir lo que en las novelas decía se sentía cuando el vaivén sexual surte su efecto...
Continuará...
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