Por Emilio Suárez
Decía un Poeta Nadaísta que si a uno le pillan desnudo por la calle la autoridad le sindica de exhibicionismo pero el hecho es que le condenan no es por mostrarse naturalmente, sino es porque no contribuye con el sistema capitalista portando la ropa que produce el Tío Sam.
Eso mismo nos paso cuando en el billar tomamos las copas llenas de licor y las golpeamos con los tacos, fuimos conducidos en efecto frente a un Sargento que nos sentenció a una noche en el calabozo, no tanto por el desorden, sino por regar la bebida ardiente producida por el Estado para envenenar nuestras almas.
Aunque nadie caiga en cuenta de que el tal licor es el causante de accidentes de tránsito, la causa de maltrato y agresión y en fin que uno mismo se termine por anular cuando asesina a sus propias neuronas.
Tan pronto como salimos del calabozo desatamos una furia alimentada por el rencor que sentíamos por el sacrificio de nuestros amigos ebrios y felices, y si bien dicen que las armas no son las que matan, sino los hombres que les toman; con el licor el embrujo al parecer consiste en esa gama publicitaria que no solo te vende las copas, sino también sexo y perversión.
Por hurtar un camión distribuidor de cerveza el César fue a la cárcel por cuatro meses aunque la condena fue de dos años, por andar convirtiendo el ron en agua con panela (lo contrario de lo que hizo Jesús) yo fui reseñado en los archivos de la rebeldía de los entes polícivos. Por desobedecer la "Ley Seca" el Charlie fue conducido a las mazmorras y torturado con una gota de alcohol cayéndole en la frente por horas.
Por andar en fiestas clandestinas a la Magüy la prueba de alcoholemia le salió positiva, así como la prueba de embarazo.
Y todos los demás nos vieron raro en cuanto esgrimimos la última copa y luego mandamos todo a volar.
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