Por Emilio Suárez
Cuando en la ciudad de Cali nos hospedamos en un hotelito del centro el valet para denotar clase y de paso acabar de convencernos de que el sitio era de categoría va y dice que en el hotel de enfrente se alojan las Azafatas de una notable aerolínea. Gracias a la noticia solicitamos una habitación con balcón con vista ejemplar. Sin duda a César le sonó eso de conocer a una Azafata en tierra, era tan espectacular como conocer a una sirena en el aire. El Charlie se trae de afuera una garrafa de jugo de caña y parecemos simios colgando del balcón. Ya muy entrada la noche apenas asoma una figura celestial, toda embutida en encaje y satín y se nos queda mirando desde la ventana de enfrente. Tiene el pelo suelo y le cuento diez lunares entre el cuello y su pecho y ella me hace el favor y se descubre un poco hasta simular desnudez pero el viento hace el resto al hacer que muestre una aureola. Ríe divertida por nuestros continuos piropos y muestras del querer, el César saca unos billetes de juguete y se los avienta. La chica llama a sus amigas y ellas responden saliendo a su vez a su balcón en fachas sensuales que pagan con creces el elevado precio de la habitación. Y si no es porque al Charlie se le zafa de las manos la garrafa de jugo de caña y esta cae y se hace añicos en la fachada del hotel denunciando nuestra presencia y en un minuto tenemos a la puerta al Administrador del sitio con la orden de aplacar el comportamiento o de todas formas abandonar. Pero el César embriagado por el calor saca un fajo de billetes y soluciona todo. Pero era tarde ya para cuando las chicas habían desaparecido y solo las vimos irse con sus cabellos recogidos, blusas semi transparentes y seriedad de monjas, ante la sorpresa de que uno de los que allí estábamos aposto algún día conquistar uno de esos seres sea que debiera ahorrar todo un año para un pasaje en avión, lo dijo y lo hizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario