En la presunción de que el odio se encierra en la mente y es inminente que se recurra a él en medio de situaciones desesperadas, el ser humano es el arma perfecta, o mejor la mente es el arma, y el humano el transporte, la cuestión estriba en que el humano ha venido por evolución utilizando el fuego, el arco y la flecha y su objetivo a luz de la doctrina podría resultar inmisericorde.
Todo principio necesita de un fin y al parecer aunque el sistema se asocia con un montón de objetos casi circulares la planicie nos indica los dos lados que puede persistir en todo momento, un dualismo marginal, a punto de impeler que por cada acción hay su reacción y por cada vida puede que haya una muerte.
Tendremos la certeza de que todo se ha sabido realizar y la actual forma es producto de las olas tanto culturales como de experiencias que se sucedieron en este mar de oportunidades, en donde unos buscan sobresalir más y otros apenas se contentan con no pasar desapercibidos.
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