Por XervanteX
El mecanismo iniciador de una arma es la fuerza, tanto como una idea en la mente de cualquiera e impulsada por la voluntad, sin embargo por efecto de la gravedad es inminente que el impulso es atraído de nuevo e inclusive por el roce del aire y la expansión del mismo surge un dilema de miles de variables como si por ende la bala disparada por una arma pudiese rebotar y no causar una única víctima sino que amenazar la integridad de muchas más personas.
Y habiendo esa cruda sentencia de que el mal es necesario para el bien y esa tendencia a que todo se contraponga, surge el propósito de que tanto una mujer como un arma puedan librar una batalla, la una por la vida y la otra por la muerte.
La una por edificar y la otra por destruir.
Es como el enfrentamiento de un óvulo con una bala.
La intersección de un sentimiento con su oposición.
El dilema acontecido me hace acordar de aquel frase que cita que en el amor y en la guerra todo se vale como si todo fuese un conjunto de todo, y como si no se tuvieran en cuenta las personas como tal sino que el marco fuese una actuación desmedida, con unos libretos aprendidos en que a la mujer le toca ser la procreadora y al arma la destructora. Bien o mal el Teatro lo ha hecho ver desde siempre como la tragedia y como el escenario predilecto en cuanto no queda otro destino que saber recibir la vida como el milagro y la muerte como el inminente y tétrico fin.
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