Por Emilio Suárez
La noche y el desvelo terminó por convertirnos en seres fantasmagóricos, oscilantes, ebrios de sueño pero despiertos de realidad, abandonamos los vicios clásicos del beber y fumar y acostarnos con mujeres de vida alegre, nos entristecimos en las salas de velación ajenas por muertos ajenos. Nos infiltramos en anfiteatros y salas de autopsia para saber cómo somos por dentro y más cuando alguna doncella virgen impecable y de belleza celestial moría íbamos a presenciar como el Médico escarbaba en sus entrañas y entonces la hembra en vez de causarnos con su desnudez placer nos causaba miedo, así supimos identificar un himen intacto, unos pezones erectos y rosados y una boca jamás besada igual que un hígado limpio, unos pulmones rozados y un corazón de fuego que nunca supo amar. Solo así conocimos un lado distinto de la belleza y la vida y tuvimos la suficiente consciencia para vivir el rato al 100% sin dejar sexo inmaculado, ni beso prohibido, ni vicio sin probar.
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