Por Alejandro
Mis armas
Y recordé al fin por qué me había ido, estaba frente a mis enemigos pero con una Tarjeta de Profesional que me sindicaba de ser selectivo, agudo y nada despreciable.
Recién la autoridad me pide cuentas sobre mi pasado judicial, los compro con unas revistas de armas.
Yo soy indelicado, mi corazón es púrpura, no siento compasión ni por mi ni por nadie.
La vida me ha tocado es la hora de dar explicaciones. Quiero no hacer nada, morirme en un rato, no surgir, no hacer otra cosa que ocupar un espacio, pero el diagnóstico es critico: dolor fantasma.
Una Bruja me salva de los artificios malignos, estoy curado pero no salvado.
Caigo de rodillas al ver tanto tiempo desperdiciado y sigo extrañando mi pasado, casi que lamentando los momentos perdidos, soy un Contador pero de dinero no de tiempo, y solo rescato estos textos que traigo para usted aquí, no tengo como comprobar a usted que soy buena persona ni que soy el más malo, un Contador Público puede timarlo al insinuarle que le preste dinero o planteándole una inversión jugosa.
Tengo mi licencia y me voy a ofrecer productos puerta a puerta y a quien me da la oportunidad le suelto la historia de un Profeta llamado Gonzalo Arango allá en Antioquia, a veces resulta. Sé que un día inventaré alguna crema para el dolor o quizá hasta invente una forma de morirse súbitamente. Aprecio cualquier muestra de interés, saldré hoy a vender mis libros, para qué no se repita esta historia.
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