Por Alejandro
Fui con una prostituta que no acepta efectivo su paga son cinco gramos de cocaína.
El placer me alcanza para toda la noche, a ella la dosis si quiera a gramo por minuto. Lasciva se cobija con mi cuerpo y hago alarde de movimientos únicos aprendidos de memoria en el Kamazutra ilustrado, la perra tiene un orgasmo y cuando al otro día le digo que fueron como diez orgasmos ella me inquieta con que fue solo uno y que le duro una hora y que quizá no fue por el sexo sino por la droga.
¡Maldita sea!
Mientras acabamos con los últimos centavos de nuestros bolsillos, queda una cosa clara: la vida nos condena.
En el refugio cuando hay armas no hay balas, y cuando hay balas no hay armas, me ingenio un sistema de resorte para dispararme un cartucho, el sistema se atasca y cuando hay la coincidencia de que hay una bala y un arma el arma se encasquilla apuntando a mi sien.
Me reciben en el hogar cálido, una sopa caliente una cama caliente, no hay lugar más cómodo. Yo podría ser el mejor o el más malo.
Gobierno mi espíritu pero apenas coincido con la redención tengo que irme, me están buscando. Voy al trópico.
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