Por Alexis Mendoza
Bueno fuera que todos nos quisiéramos.
Al señor de la tienda le debo varios pesos por mecato. El otro día le ayudé a cargar unos bultos y al final pensé le quedaba a deber menos pero no fue así.
Le ayudé también con la tarea de su hija, me sirvió un café espeso y con eso el favor quedo pagado.
Le deshierbe el ante jardín, pulí la reja, limpié las paredes y la cuenta ni se movió.
Así son las cosas señor mío uno no puede ir al banco a hacer nada tiene que tener plata, me metí a la fila larga para luego vender el puesto luego, funciono dos veces hasta que la plebe ingrata me denuncio con el Celador. La señora cajera es una gorda y la otra una escuálida, un día la gorda me regalo una alcancía del Banco y la otra quinientos pesos para que comenzará a ahorrar con la promesa de que cuando llené la alcancía se la traería y me abrirían una cuenta. Ilusión fue no más, apenas doble la esquina le hice añicos la panza a la alcancía, obtuve los quinientos pesos y se los fui a dejar al señor de la tienda, que iluso pregunto qué de dónde yo fui a sacar ese dinero, - Pues del Banco - le dije encimando la alcancía por lo intereses y dejando saldada la cuenta.
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