Por Charlie
Me arrodillé pensando que el tipo se iba a abrir la bragueta y sacar su miembro y convencerme de chupárselo, pero no , lo que sacó fue un arma y me apunto directo a la frente.
El César era adicto a crear conflicto y pelea por todo, y no era culpa de él, así parecía se lo ordenaba su perfil genético, lo único que le tranquilizaba siempre era que hubiese una mujer bonita. En más de una ocasión terminé con él rodando por el suelo y degustando el sabor del polvo, no contento con ello el César se pensaba digno contrincante de luchadores profesionales y tipos con suscripción de por vida al gimnasio. Uno de aquellos días le convencía para ir al gimnasio con la promesa de que allí siempre se encuentran mujeres exuberantes, me mordí la lengua cuando no vimos a ninguna e incautos si vimos a unos hombres deformes intentando nivelar sus esteroides y anabólicos. No fue sino cuestión de tiempo cuando tuve que intervenir para que el César se atreviera a retar a un tipo a levantar pesar y de paso acabar con el brillante piso, cosa que al señor administrador poco le gusto y la pelea iba a suceder si por la intersección de la diosa Eva aparece una señorita con la cadera en forma de corazón y un escote tan profundo como el Everest. El César se apacigua e insiste en pagar los daños y los perjuicios y se marcha a ayudar a la digna señora a cargarle peso a una máquina y a flexionar aquí y allá. Defraudado por el escaso estado físico me voy a casa mientras el César aparece al rato con moretones en la cara y serios rasguños en la espalda, diciéndo no más que en realidad la tal señorita era una travesti envestida en una licra que le ocultaba sus rasgos y perpetuaba las operaciones, - ¿la pelea no se pudo evitar entonces? - le digo intentando no parecer que me moría de la risa y él quizá entre confundido y avergonzado se consolaba - uno vive así para tener algo que contarles a los nietos -
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