viernes, 17 de noviembre de 2017

NIEBLA DE UN VAGABUNDO

Por Charlie

Con el perdón de Miguel de Unamuno y su obra Niebla.

Se trasnochaba sin Ley ni orden, al amparo de las lámparas y hablando con el vagabundo o la puta, se aprendía en la calle a la madrugada el arte del bostezo y el aburrimiento, pero también se era espectador de peleas, infieles atrapados en el acto y ladrones atrevidos. Con el emperador César íbamos de calle en calle, a veces distribuyendo volantes de publicidad de una lavandería, o a veces tarjetas de los antros de perdición donde en pago a nuestros servicios publicitarios nos daban una hora cronometrada con alguna chica. El trasnocho te asegura que tu cerebro se canse y empiece a alucinar y entonces te armas unas historias tenaces, puedes incluso perder el miedo y hacerle a las damas una declaración de amor poética o puedes crear tus propias fantasías, el sueño a veces no se soporta y terminamos caídos en alguna esquina como borrachos soñando con una cascada, o para su defecto arrestados por vagancia ocasional o conducidos en alguna ambulancia que nos deja tirando en el hospital donde nos diagnostican que padecemos de algo mortal llamado vida. Muchas personas creían que nuestro delirio era encontrar la muerte en un acto desenfrenado, tratando de defender a alguien ganarnos una puñalada o quizá sofocando un incendio lanzarnos a las llamas, o poniendo el pecho (o el culo) por la puta maltratada, pero nada de eso queríamos a toda costa que la bala perdida ya disparada no nos encontrara, encontrar en medio de la noche una bella sonrisa, o descifrar en los rostros de los que poco tienen la esperanza de que un nuevo día será más prometedor que el hoy, así seguimos hasta cansarnos de buscar mérito en el trasnochar pero el sin sentido de esto hacía mella en nuestros espíritus y de no ser por una aparición en medio de la niebla, hubiésemos claudicado de todo... 

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