Por Charlie
¡Hola Carlos! dijeron al unísono ante mi saludo. Los Alcohólicos anónimos no son tan anónimos afuera hay un letrero grande que los anuncia y al frente un bar ¡qué bonita cosa!, mis compañeros de vicio contaron desgarradoras historias como si con eso alguien iba a coger escarmiento, tres sesiones más y hasta tuve el atrevimiento de llenar una botella de agua con licor y en frente del terapeuta tomar sorbos. Renuncié a las sesiones y cuando iba directo a la calle vi en el tablero de corcho un anuncio que invitaba a tomar clases de actuación en arte dramático, oh! sorpresa cuando me vi inmerso en la fila que era equivocada en el teatro y al fin alguien me hizo llenar un formulario cuya pregunta más grave era ¿A qué se dedica actualmente?. En el grupo había una pelirroja de risos que destacaba por su belleza, en mi mente la puse desnuda y dándome placer ¡nada!, el tutor un tipo más bien raro que usaba un piyama y que al parecer no se podía quedar quieto nunca, serpenteaba y nos encomendó un papel a interpretar, y a mi me tocó interpretar a un ebrio ¡pardíez!. Luego de la muerte de mi madre por culpa de una cirrosis ocasionada por su afición a la bebida me trance en una profunda crisis existencial, algo parecido a la depresión que los médicos no supieron diagnosticar, y para la cual a cualquiera que le ocurra le tengo dos formulas: o bien se va de viaje o se pone a estudiar. Yo hice el viaje y me sirvió un poco, pero recaí en la tristeza, así que me puse a estudiar teatro y al parecer sirvió, y pude llevar a la pelirroja a la cama y enterarme de que era abstemia hacia el sexo ¡vaya!, años después supe ya tenía cuatro hijos y tres maridos, creo hallo un método de procrear sin la necesidad de sexo, todo cambia y todo al parecer se adecua a lo que uno necesita.
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