Por Charlie
El emperador César me dio la venía para vengarme de la empresa licorera de este planeta, ayudándome a robar uno de los camiones en que distribuían el veneno que no solo acabo con la vida de mi mamá, sino que a esa fecha había acabado con media docena (hoy ya son una docena) de amigos; la aventura ya le he contado antes, aunque quizá la única venganza que me lleno fue que en adelante llenamos las botellas con agua y a la vista de las otras personas bebíamos sin milagrosamente embriagarnos. Aunque el emperador era más atrevido y decía que tenía la idea de erradicar de una vez con la industria de las licoreras. ¿Cómo?... Y entonces al emperador se le metió la idea de que el alcohol se quema con una llama invisible y para probar su método en frente de un pantano encendimos fuego sobre el agua y la magia surtió. Lo que entendimos luego el efecto no se debió al alcohol, sino al gas propano fruto de la putrefacción del barro que era lanzado afuera en burbujas. Pero el experimento surtió en la medida en que vimos libélulas escapar de ese fuego invisible pero devastador y eso era lo que en adelante teníamos que hacer, huir del alcohol y tratar de salvar a la mayoría, inventamos una nueva manera de estar ebrios: el trasnocho.
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