Por María Alejandra Erazo
No es que odie a los hombres, pero si me valoro mucho como mujer, porque he visto como la mujer ha sabido conducir su vida sin necesidad del hombre. Pese a todo persisten dilemas hoy que me hacen tomar la defensiva: el maltrato hacía la mujer, la discriminación, la desigualdad. Yo sufrí en un grado u otro todo eso, pero estaba ciega de amor y creí el derecho de mi pareja era ese, el de sobreponer su autoridad. Solo caí en cuenta cuando de verdad me asestaron un golpe que me quito la venda de los ojos y me envío a conocer a qué sabe el lodo. Me detuve en medio del camino para limpiar el rencor de mi alma y seguir adelante y poder dar testimonio de esto a otras mujeres. A veces miro entre el auditorio a uno que otro hombre con actitud doblegada, sumisa, triste, pensando que quizá va a ser abucheado por la multitud femenina, pero repito no es que tenga nada contra ellos, es quizá el deseo de que todo cambie y se estime nuestra labor en la sociedad.
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