Apenas me subí al avión me sentí extranjera, y no era para menos habían allí gentes de diversos países. Para aturdir el miedo a volar y la desazón sobre el alejarme de mi país puse cuidado sobre el tema de conversación de la gente en las sillas próximas. Para mi sorpresa algunos hablaron muy bien de Colombia, pese que en algún momento afloro el "pero". Desde luego viendo por la ventana el paisaje lleno de verdor mi tristeza es porque allá abajo hay gente sufriendo, los campesinos están desapareciendo, las ciudades están creciendo. Creo la esperanza esta puesta en la educación. Cuando el avión comenzó su descenso supe que extrañaría a pesar de todo mi tierra, fue así como precisé empezar a amar también otras tierras, a dejar todo egoísmo y para beneficio del mundo dar a conocer mis ideas. Si, el amor puede ser la respuesta. Allá en la frontera sur en el Ecuador me encontré a mi amiga Yania esperándome con una sonrisa de bienvenida y le comuniqué mi idea genial de que el amor no precise fronteras y sea la solución para los males del mundo; ella tan asertiva como es me dio el aval y quizá más allá de todo aprobó mi idea con la noción que todo está por vivirse mientras haya salud. Gracias al país hermano que es el Ecuador, gracias a su hermosa gente, de seguro he de volver.
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