Por Alexis Mendoza
Me deslice raudo y fugaz llegué a su casa y aún no estaba lista, me hizo pasar y espiar su obsesión con adornar su belleza, iba de aquí para allá paseándose ante el espejo y no creo sea mentira eso de que las mujeres se miran más el trasero que lo que se lo miran los hombres. Ya me enrede, lo que si dejo claro es que yo estuve listo a tiempo. Me vi de repente entre múltiples fragancias y sensaciones, todo ese protocolo me supo ácido y pervertido. Mily (Por decir Milena) me devolvió en compensación una sonrisa desde lo profundo, le guiñe el ojo para que entienda que estaba quedando hermosa, pero bien sabía yo que eso se definía allá en la fiesta. Salimos y llegamos y todo estaba oscuro, lamente no poder ver sino sombras y siluetas, y en medio aromas dulces y sonrisas falsas. El baile comenzó y yo abatido en medio de la pista con Mily y en un momento ella se me escapó a la mesa y comenzó a lloriquear, y a decirme que no se atrevía a bailar conmigo porque yo era un buen bailarín. Mientras tanto envenené el ponche con más licor y cuando nos íbamos pedí una chaqueta que no era mía, porque yo nunca usaba chaqueta. Allí encontré unos billeticos para consolar a Mily, porque con el dinero justo se puede comprar todo.
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