viernes, 6 de marzo de 2015

ABSOLUTA CALMA

Por Alexis Mendoza

En cierta forma uno nace para completar un espacio incógnito, y se va muriendo y nada se descifra.

Al césar lo conocí vendiendo una pomada milagrosa, que era una cajita repleta de vaselina revuelta con alcanfor, el engaño estaba montado, y la habilidad del orador era espeluznante, sabia correr el chico pero no sabía bailar, así que un día le invité a la disco para enseñarle unos pasos clásicos para que deslumbrará. Lo que yo no sabía era que el muchacho de Antioquia lo que no hacía con las piernas lo hacía con la lengua, era un juglar, un poeta del hipnotismo.  Lo mismo cuando la furia estalla en plena pista y se iza el filo de la navaja y el misterio que nos convoca es ¿por qué la violencia nace y no se hace?. El César tiene la virtud de Emperador, al herido le aplica la pomada milagrosa y en seguida el títere sigue bailando como si nada. Nos vamos con las chicas a un lado ensayando los besos taciturnos del mañana, ellas se dejan besar porque están ebrias y nosotros las besamos porque estamos ebrios y las vemos lindas. El César le roba unos pesos a un borracho y con eso compramos cigarrillos y más agua - furia o agua - ardiente. No nos importa el anochecer ni el amanecer, al otro día está garantizada la clientela en el parque para la pomada milagrosa del César. Ya que según cuenta luego de unos tragos y cigarrillos la pelea de la disco fue solo una actuación y nadie resultó herido y lo de la sangre fue magia y salsa de tomate y la crema milagrosa solo es vaselina y alcanfor, los que se la creyeron mañana madrugarán a pelearse por una cajita de la pomada. Todo sigue igual en absoluta calma.

La crema por cierto no cura heridas de amor.   

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