Por Charlie
La autoridad nos requisa con la violencia propia para el artista, el Tapita lleva su navaja Victorinox roja afilada, se la arrebatan. El César lleva en su cinturón una hebilla estilo manopla se la quitan, a la abuela Aleja le quitan un alfiler afilado del broche de su pecho y a mi me quitan el pico de botella.
Y todo por aprovechar el concierto y robar el micrófono de la tarima para decir la estafa que es la vida.
La patrulla llega y nos lanzan como trapos a su vientre, menos mal el Tapita ha traído su armónica y nos deleita con unas notas agridulces, el Señor Teniente nos apunta con su arma como si fuésemos los peores delincuentes.
Apenas pisamos la delegación nos hacen la orden de detención y el cargo es "daño emergente" la fianza se supone es el valor del micrófono que a la hora de la verdad voló y se hizo añicos contra el piso.
La abuela Aleja pide su bolso color carmesí y sacando un rollo de billetes estira la mano el valor de la fianza de cada uno, aunque el César se quiere quedar pues dice que a esas alturas no tiene novia ni en dónde pasar la noche, la abuela Aleja le resuelve el dilema ¡te vienes conmigo!... Ah! pillines!
La patrulla yace allí y el César raudo coge su hebilla y le intenta perforar una llanta, en vista de que el caucho es muy grueso opta por hacerle su firma en el latón en venganza de la opresión, los agentes salen corriendo tras nosotros, caemos en un llano ahogados, los agentes han desaparecido, no tienen nuestro físico.
Volvemos a la tarima que estrena micrófono, bailamos la danza de la lluvia para que se arruine todo eso. Llueve.
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