Por María Alejandra Erazo
Nada tenemos, solos somos, llegamos a nuestro destino más ebrios de saber que de licor, allá nos esperaban nuestros amigos, echamos por tierra todo el licor posible en honor a nuestros amigos caídos y en venganza contra la industria que atesora el alcohol envenenando jóvenes, en cierta forma hemos sobrevivido a intentos descomunales por incriminarnos de alguna forma en las falencias de una sociedad opresora, nos han encarcelado, nos han abierto las puertas de sanatorios y manicomios y cárceles, igual seguimos escribiendo y como dice el Tapita, la literatura es tan liviana y portátil que podemos entrar con ella a donde nos envíen.
Quizá esta noche el cielo este despejado y los amigos que han partido puedan vernos allí reunidos departiendo juntos de una dosis de droga legal llamada literatura.
Lo más paradójico de todo es que toda bienvenida tiene también su adiós. Y luego nos subimos al bus que nos llevará más allá de la frontera donde encontraremos otros pareceres, donde el amor nos lo suministrarán en gotas o en besos, en donde mi amigo Tapita y yo quizá hallemos un lugar para sembrar nuestras ideas y esperar que algún día retoñen en grandes ideologías que cambien el mundo y no lo estrellen.
Gracias, gracias, y mil gracias a estos espíritus libres que nos recibieron allá, y si el tiempo da la posibilidad volveremos.
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