Por Alejandro
A mí se me ocurrió merodear en la filosofía por el desconcierto que sentía hacía la realidad, no comulgaba con el mundo, pensé en abandonar el mérito de haber cursado los once años de educación elemental y devolver el título profesional que tanto orgullo había causado a mi familia, pese a todo se erigía en mí un vicio tan perjudicial como cualquiera: el pensar demasiado.
Las grandes oportunidades pasaban frente a mis ojos, pero yo estaba inmerso en el confín de la luna, elevado, dejando pasar suficiente agua por debajo del puente para luego ahogarme en el lamento y en lágrimas.
Hoy soy un calvo, un viejo, un altruista pobre, un ser que pretende hacer valer eso de que la Contabilidad le sirve a todos (tanto como las matemáticas) y con el sofisma de que hay un "debe" y hay un "haber" y que si por acá entra por allá sale (así suene sexual (perdón quise decir textual)).
No quiero explicar, ni adelantarme a eso que dice en el título de que soy un Contador Público Nadaísta siendo que tal faceta ni quien invento el Nadaísmo por allá en 1958 supo bien de qué se trataba, además pretendo que usted querido lector o lectora use dos minutos y ponga en Google "Nadaísmo" y verá usted lo mucho que se ha perdido o mejor lo mucho que se ha ahorrado.
Sirva esto de lección para quien se sienta que está envejeciendo y sienta que nada ha hecho con su vida.
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