Por: Charlie
Era un Renault 4, rojo de cuatro puertas, que su dueño tan loco como el Quijote confundió con una bestial máquina de guerra, recuerdo que iba por la Línea y en plena subida con curva, se apago el motor y ni siquiera se acciono el freno, fue como ir en una montaña rusa hacia el barranco, vale por supuesto decir que el conductor no era un aficionado al deporte extremo, había tomado clases para manejar aviones y helicópteros, pero en ningún vehículo era diestro. Así que el pobre auto tenía las magulladuras que su taciturno piloto le propiciaba en las carreras más insólitas. Según el prontuario del auto rojo se había chocado con un poste, un andén, un caballo (tranquilos el caballo quedo intacto), un bote de basura, un auto estacionado, miles de balas perdidas y hasta con su sombra, se volcó la mayoría de veces con su cupo lleno e intacto, y fue usado como ambulancia en varias oportunidades, cargo con toneladas de madera y materiales de construcción y arrastro a vehículos varados. Basta decir que su destino termino en medio de una carretera cuando al parecer su dueño olvido que el suministro de aceite estaba agotado y por tanto el motor se averió, entonces en un arranque de genialidad el dueño libero tanta gasolina como pudo y el auto ardió como una antorcha allá en la cumbre, los espectadores lloraban al igual que el dueño que se emborrachaba y decía con júbilo que madrugaría al otro día para cobrar el seguro.
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