Por Alexis Mendoza
Un tipo me sigue y estoy seguro es para robarme ¿para qué más puede ser?, me cubro en el mercado de variedades preguntando por mil cosas que no necesito comprar, y de repente ¡zas! el tipo allí de frente, pero era para devolverme la billetera que se me había caído pasos atrás.
Luego en el bus repleto, el conductor de mal genio mete hasta el fondo el freno y nos manda a los que estábamos de pie volando, tengo la suerte de caer sobre una dama de la que palpo su vientre menudo y disculpando mi atrevimiento le invito una tasa de té.
Y como para cumplir la invitación formal me bajo en la estación donde ella se baja (lejos de mi destino) modestamente nos sentamos en un sitio muy limpio y humilde donde me afano a convidar a mi invitada a pedir lo que quiera, y sin embargo a la hora de ir a pagar mi billetera me parece extraña y cuando la extiendo a todo su capacidad verifico que no tengo dinero y que después de todo si fui robado (no sé si fue el mismo tipo u otro en el auto bus).
Cuando llego a casa mi mamá me espera con una chancleta en la mano izando en la otra una hoja llena de cruces rojas, es el examen de aritmética. Más tarde mamá se arrepiente del regaño y me cura con compresas de agua, pero como todo puede empeorar se echa a llover y aparecen goteras encima de las camas.
Lo único bueno sucedió (creo) al amanecer cuando por efecto de la lluvia se salio el caño e inundo el barrio, y las curtidas vecinas salieron en ropas de dormir a enterarse de que el agua trataba de arrebatarnos lo poco que teníamos de suerte.
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