Por Alexis Mendoza
Yo soy un Apóstol del mal y amo la extravagancia, por eso el otro día que vi a aquella señorita con severas curvas me imaginé que en sus tejas (tetas) podía escampar la lluvia que ese día caía, pero en lo que pensé después fue en lo solos que nos mirábamos los 2. Esto de la vida es un misterio que esperamos algún día descifrar ojalá no sea tarde para cuando lo descubramos. Pero lo que me impacta es que tanto la señorita como yo teníamos ganas de hacer algo con lo que teníamos. Quizá ingenuo preguntes ¿qué cosa pueden hacer una señorita y un señorito?. Yo recordé luego de ella su culo, nada más, pero ¿qué diablos saco con eso? es como no recordar nada, en primera instancia porque un culo es para lo que es (sentarse, mostrarse, y hacer su parte funcional), pero como la revolución ha surgido efecto, estos perversos amantes extremos lo han relacionado con la parte sexual, es decir cambiaron la pose sexual de adelante para atrás. En segunda instancia la moda es contagiosa y hasta las más decentes y educadas señoritas exigen un contacto más placentero. Así las cosas entiendo las miradas que una buena y curvilínea cola se merecen y admito la fémina tiene todo el derecho de mostrar (si tiene). Pero por encima del asco, de la advertencia de los doctos y de los ascéticos hay que admitir que a unos y a otras nos tomó por sorpresa esa moda y en mi mente no deja de pasar la imagen de mi abuelo diciendo "y eso ¿se podía por allí?" y quejándose de que si tal posibilidad existiese no hubiese traído al mundo tantos hijos, y lo uno y lo otro... A estas alturas lo que más me preocupa es esa soledad tan nuestra y tan perjudicial que me hace pensar que si me hubiese cuadrado a aquella señorita de que les hablé mínimo nos quedaríamos esperando a que alguno de los dos exigiera el acto controversial.
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