Por XervanteX
No son las armas las que matan, son los hombres.
En el año 1980 dos personalidades salían del mundo. Por una parte el gran Jean Paul Sartre quien se negó a recibir un Premio Nobel de Literatura. Y en ese mismo año caía víctima de los disparos de un seguidor el músico John Lennon. Sartre existencialista y creador de un estilo que desprestigiaba al prójimo como parte de una existencia plácida y feliz sentenciaba que el infierno son los demás. Lennon mientras tanto decía que si lo lograbas imaginar era fácil. Y aunque deliberadamente he puesto a la literatura y a la música en un solo escenario, el punto congruente aquí es el origen del odio.
De una cosa si me convencí, al hablar de armas cualquiera se supone un mecanismo complejo creado con la tendencia a lograr un daño en un probable agresor, sin embargo para mí sorpresa un arma puede ser un método o un objeto e inclusive una idea.
El amor era un arma y su munición parecía ser algo llamado celos.
La creencia en Dios era usada como un arma para castigar a los injustos.
El dinero había sido por años el arma usada para crear discordia y justificar la violencia.
Así las cosas todo podía ser una potencial arma, ¡todo! y era preciso tomar precauciones porque lo más probable era que el uso de esa arma fuese para aniquilarte pero lo más obvio era que quien la usará solo quisiera herirte y verte sufrir. De allí que la muerte no es lo peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario