Por X
Mientras la literatura erótica sugerida por Henry Miller inspiraba nuestras mentes, mientras esperábamos la noche para vaciar nuestros conductos deferentes del pene al cielo en chispitas saladas ¿Qué cómo es que se que son saladas? ná, no se los voy a dejar tan fácil... piensen... Y nos imaginábamos eso si que éramos ungidos de gracia y de deseo y que las féminas se derretirían por nosotros, primero nos vimos en la tarea de pasar por las dulces dunas del amor y sus petulantes pasos: la mano primero, luego el beso y por fin el queso (salado y todo)... para saber hay que preguntar y en eso los de la calle nos aventajaron y en vista de que de los moteles de la experiencia salíamos sabiendo un poco más... nos enredábamos con eso de los espejos en los techos y el condón y el gel lubricante en la mesita de noche.
Por eso nos enfurecimos con la hipócrita raza de occipitales sabios que al fin no se ponía de acuerdo si era bueno o no planificar... o empeñar el sacro líquido seminal a un orinal o una vagina... los masturbadores eran o no criminales entonces... los proxenetas están o no obligados a probar la mercancía... en fin saboteamos las fiestas y con eso estropeamos a los predadores sexuales... a las lolitas les revelamos el por qué sus parejas les pasaban tantos tragos (amargos)... nos pifiamos de la relación romántica y formal, de los amores eternos y estuvimos alerta por si alguna mujer venía con el cuento de que nos iba a preferir por encima de los demás... ná, no hay fidelidad que dure cien años ni cuerpo que lo resista... en el motel dejamos un charco de semen y un grafiti que decía "si lo toca se preña".
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