Por Alejandro
Mega Anfetaminas
Mis fuerzas menguan, estoy ebrio, o es el azúcar alto.
Nooo... es ese calor que ya no soporto. La brisa me abandona. Pero no me ahogo, sigo adelante, presionando tecla a tecla, número tras número, es el Demonio quien me dicta estas cifras, estoy poseído, pero solo es sed. Yo soy bueno (vuelvo a dudar).
Para perder el miedo me asoman un tarrito de píldoras amarillas. Es magia.
Vuelvo a mis andanzas, los colores ya no se matizan, no necesito gafas, ni corbata, todo sobra, la gente se siente ofendida, se pone del lado de las víctimas, renuncia a el heroísmo.
Están pendientes del reloj para irse a casa a hacer lo que no pueden en este suelo. Esta el organigrama al revés.
Tengo toda la energía del mundo, y no me importa el tiempo, paso sin almuerzo, sin cena y sin agua, mis labios secos, mis pupilas dilatadas y una terrible ansiedad por abordar a esos números y esas cifras.
Comienzo en un avance y retroceso, estoy haciendo el amor mientras hago flexiones. El Emperador me llama y en la bocina pone a la supuesta heroína que dice haberme quitado la virginidad, no me importa, la mando al carajo, se ríen de mi, comienzo a sudar a chorros.
Soy capaz de mantener mi miembro erguido por horas, y hacerle el amor a una docena de sirenas. Acabo de eyacular en un tarrito de píldoras vacío, le pongo el letrero formal y claro que dice: "No es colbón", pero las chicas lo untan en sus deditos y lo usan para pegar sus sobres. Debí ponerle un letrero más convincente.
El Médico que advierte que si sigo tomando esas píldoras puede que mi corazón no lo soporte. Me hace falta el aire, al que no soporto es al Doctor. Me reporto enfermo ese día, voy al río más cercano y lanzo las píldoras, estoy alucinando una mujer me habla a mí cree que voy a saltar al agua, lo grave es que no he aprendido a nadar.
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