Por Emilio Suárez
El inconveniente principal estriba en hallar alguien en quien confiar.
Despistamos la mirada del espía, la curiosidad del gato y hasta la insolencia de la chismosa chusma, porque nuestros actos iban más allá de todo, porque teníamos que salvar a unos para que otros sobrevivieran, y en la escala del éxito estábamos dispuestos al sacrificio.
La literatura sin la acción es osadía desesperada, es credulidad, es manía de coleccionar cosas y recuerdos, pero ya las letras accionadas tienen el poder de revivir, de traer a colación un dolor, un milagro o una lágrima.
Fuimos tirados al mundo por vaginas oscuras en el alumbramiento y creer que nunca por orgullo o por no sé que enfermedad nuestras madres se reconocieron como mujeres perdidas.
Aunque nosotros si fuimos calificados por las monjas y tríbus católicas bastardos.
Así las cosas y en el supuesto de no tener alma comenzamos a estudiar a Platón discípulo de Sócrates que decía que uno se enamora con el alma y no tanto con el cuerpo (aunque peque con el cuerpo)... Y edificamos a nuestro alrededor un palacio de arlequín y fantasía solo saliendo de él para tratar de hacer llevadera la vida de otras personas si por la desgracia o la fortuna se metía la pata u otra cosa.
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