jueves, 12 de febrero de 2015

MEMORIAS DE UN CONTADOR PÚBLICO NADAÍSTA: PASO CUATRO

Por Alejandro

Yo serpenteé el camino al éxito, pero hasta ahora no he llegando sino al éxtasis indiferente que dura unos segundos y luego lo bota a una realidad más terrible.

Un día amanecí con la idea de que no me hallaba correspondido, mi destino estaba "chueco". Iba a bajar los brazos y a dejarme caer rendido cuando andaba en esas llega un amigo y me dice de buena gana lo que parecía pura filosofía barata pero que termino siendo la razón que me proyecto a aceptar la realidad: "Lo que es para uno no es para uno".

Ese día acepté irme al trópico a curtir mi piel con calor y mi alma con el ánimo de postular para un puesto ejemplar digno de mi honor de Contador Público que sabía qué resultaba de restarle al activo el pasivo.

Lloré el día que me fui porque a dónde iba no había ni mamá, ni papá, y prometí llamar todos los santos días a reportarme vivo en cuerpo y alma hasta que de repente todo fuese normal y calzara dentro de ese ambiente de oficina y rutina.

Quise comprar un seguro de vida que me procurara una solvencia en caso de que la violencia me diese alcance y de paso me permitiera seguir diciendo lo que pienso o mejor escribirlo.

Sin embargo llegué a una ciudad Capital sin conexión al mundo exterior, con vías en mal estado, sin una conexión a la Internet pero con una biblioteca monumental en que cuidaban la Biblia como el libro más importante de todos los que existían. La decisión más difícil dentro de la oficina para entonces me la impuso la Señora de Servicios Generales cuando me dio a elegir entre café o agua.

Yo no estoy aquí para elegir, lo que sea esta bien.  

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